"Haz, Señor, que ardamos en caridad y encendamos un fuego de amor por donde pasemos;qué deseemos eficazmente y procuremos por todos los medios contagiar a todos de tu amor.

Qué nada ni nadie nos arredre, Señor.

Qué nos gocemos en las privaciones.

Qué abordemos los trabajos, qué abracemos los sacrificios.

Qué nos complazcamos en las calumnias y alegremos en los tormentos.

Señor, qué no pensemos sino como seguir e imitar a Jesucristo en trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor gloria tuya y la salvación de las almas.

Amén."

CHAT

lunes, 26 de septiembre de 2011

DIOS NOS HIZO LIBRES - Ignacio Salas - S.C



Seguramente, si en una conversación hablamos de libertad, alguien quizá plantee que la libertad tiene límites objetivos: hay cosas que se pueden y otras que no se pueden hacer. Y ahí entramos en el campo de lo moral. San Pablo nos dice: “Cristo nos liberó para que vivamos en libertad” (Gá 5,1).

Nunca seremos capaces de comprender porqué Dios asumió el riesgo de crearnos libres. Pero lo hizo, y es, al mismo tiempo, una grandeza y una tragedia.

Y lo es porque tenemos la posibilidad de decir “no” al bien, a la verdad y a Dios mismo. No sabemos cómo, pero Dios “sufre” ante nuestra negativa, ante nuestro pecado de menosprecio a la fuente original de toda libertad: Dios mismo. Y Dios responde desde su compasión y su cariño por el hombre de una forma redentora: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36). El pecador se aparta de la libertad con que Dios le ha dotado; cuando dice “no”, utiliza su libertad y, al mismo tiempo, la “tira por la borda”.

La libertad de Dios se pone de manifiesto al entregarnos su amor, buscando de manera denodadamente compasiva al hombre para que acepte el verdadero Reino de la libertad. El hecho de que el origen de nuestra libertad para el bien sea un “sí” libre y agradecido, e incluso que nuestro arrepentimiento se transforme en una posibilidad de perdón divino es, sin duda, el fundamento más patente de lo que es nuestra propia libertad.

Al ejercer nuestra libertad, somos responsables ante nuestra conciencia y ante Dios. Estamos hablando de responsabilidad: esta es la clave de nuestra libertad. Ejercerla requiere madurez y aprendizaje permanente de nuestras actitudes.

No se trata de imitar lo que hizo Jesús; sino de “seguirle”: de asumir, tras la oración y el discernimiento, nuestras propias decisiones teniendo en cuenta que tendrán implicaciones en nuestros hermanos.

sábado, 3 de septiembre de 2011

La educación cristiana en la familia: Cómo hablar de Dios a los hijos



Nosotros los padres somos los primeros educadores y primeros responsables de su educación cristiana. De igual forma que somos los primeros responsables de todos los aspectos de su educación: enseñarles a comer, a lavarse los dientes, a vestirse, a ser ordenados...
Nada ni nadie nos puede eximir de esta responsabilidad.




¿Por qué?

Porque somos cristianos y hemos recibido un mandato, una misión de Jesucristo “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio”, que para los padres se concreta, en primer lugar, en sus hijos.
Porque como cristianos, y especialmente si vivimos intensamente nuestra vida cristiana, la consideramos como un tesoro que no podemos guardar para nosotros, queremos hacer partícipes de ese tesoro especialmente a los más cercanos, a las personas que más queremos, nuestros hijos. Lo mismo que cuando hemos leído un libro o visto una película que nos ha gustado mucho, no paramos de recomendarla a nuestros amigos.


¿Qué supone para los padres educar en la fe?

Educar en la fe hace que los padres nos replanteemos muchas cosas; nos obliga a profundizar en muchos aspectos ya que tenemos que estar seguros de lo que vamos a transmitir.
Pero... no estamos solosNo podemos olvidar que Jesucristo ha instituido el sacramento del matrimonio para ayudarnos en esta labor educativa. Tenemos la ayuda específica –gracia- de Dios para educar a nuestros hijos. A veces podemos pensar “no puedo” y efectivamente es así “yo solo no puedo” pero como no estoy solo, tengo la ayuda de Dios “juntos podemos”.

¿Qué hay qué hacer para educar cristianamente a nuestros hijos?

A los niños pequeños hay que decirles pocas cosas, las explicaciones han de ser breves. Lo que les ayuda es nuestro ejemplo y hacer cosas con ellos. Es importante apoyarse en estímulos sensibles como las imágenes, las oraciones y canciones. Algunas ideas que podemos poner en práctica son: • Rezar por las noches: desde que son bebés, podemos empezar a hacerles la señal de la cruz cuando les acostamos. En cuanto empiecen a sonreír, a mirarnos,… podemos empezar a rezar con ellos por la noche. Nunca es demasiado pronto. Poco a poco, según se van haciendo mayores y tienen más capacidad de razonamiento podemos acompañar a las oraciones vocales tradicionales una acción de gracias por el día tan estupendo que han pasado, un pedir perdón por algo que han hecho mal, pedir por alguna persona que lo necesita, pedir fuerzas para ser mejores.

• Bendecir la mesa.

• Tener alguna imagen de la Virgen en casa, de la Sagrada Familia... No puede faltar el Belén en Navidad que nos permite hablar de los primeros años de la vida de Jesús con naturalidad.

• Hablarles de Jesús: ¿Cuándo? Por la noche o bien podemos dedicar un día a la semana, como el domingo, para explicarles el Evangelio de ese día. Existen Evangelios con comentarios que pueden resultar muy útiles así como las Biblias para niños.


Enseñarles a rezar tiene gran importancia: cuando enseñamos a un hijo a rezar, primero enseñándole las oraciones de siempre y luego enseñándole a que hablen con Dios de forma natural, estamos estableciendo una relación de nuestros hijos con Dios única e intransferible. Nosotros damos el primer empujón, “concertamos esa primera cita”, pero luego es Dios el que hace el resto y va actuando sobre nuestros hijos.


A raiz de estas reflexiones y estando inmersa en la preparación de mi hijo mayor para su Primera Comunión, en la que la mayor carga se lleva desde casa. En oración permanente y con la mirada siempre puesta en Papá Dios, Jesús, María y Claret, nace en mi casa: "EL CLUB DE CHUS".

Pero...¿qué de que va este club?. Os lo contaré en breve y se creará un nuevo apartado en este blog.

Así que no dejéis de visitarlo.

Charo.


"No he venido a ser servido, sino a servir"

jueves, 1 de septiembre de 2011