"Haz, Señor, que ardamos en caridad y encendamos un fuego de amor por donde pasemos;qué deseemos eficazmente y procuremos por todos los medios contagiar a todos de tu amor.

Qué nada ni nadie nos arredre, Señor.

Qué nos gocemos en las privaciones.

Qué abordemos los trabajos, qué abracemos los sacrificios.

Qué nos complazcamos en las calumnias y alegremos en los tormentos.

Señor, qué no pensemos sino como seguir e imitar a Jesucristo en trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor gloria tuya y la salvación de las almas.

Amén."

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viernes, 2 de diciembre de 2011

LA CONCIENCIA

Cuando pensamos en nuestra conciencia, solemos evocar a ese “alguien” que nos señala lo que es correcto y lo que no. Sin embargo la conciencia no es externa, es algo que nos pertenece, es intrínseca a nosotros mismos. Por eso la formación de nuestra conciencia es una tarea enorme que nunca está acabada.

Formar nuestra conciencia tiene mucho que ver con el saber. Con un saber existencial que está relacionado con nuestra formación, experiencia y vivencias personales. Si al conjunto de las virtudes que cada uno poseemos lo llamamos “carácter”, concluiremos que la permanente formación de nuestro carácter es la tarea más importante de nuestra vida y que moldeará nuestra conciencia de una manera determinada.

Para ejercer convenientemente la libertad que como hijos de Dios tenemos, necesitamos a nuestra conciencia. En la medida en que la tengamos más o menos formada en nuestra opción personal, así serán las decisiones que tomaremos al utilizarla para discernir. Reflexionemos: ¿Qué tipo de saber predomina en mi? ¿Es un poco caótico o está ordenado según unos valores de servicio a los demás?

Existe un saber que denominaremos el “saber del dominio”. Si este conocimiento no está bien desarrollado lo utilizaremos para servirnos de los demás. Es esta una de las formas más nefastas de utilizar nuestro saber del dominio. Consiste en la utilización de una astuta combinación de promesas y castigos para conseguir una manipulación de la conciencia de los demás hasta lograr domesticarla y convertirla en “servil”. De esta manera nuestra relación con el prójimo se convierte en manipuladora a nuestro favor. Si somos profesores o dirigentes, deberíamos fomentar la autonomía responsable de las personas que nos han sido confiadas como discípulos o subordinados.

Por último, también nuestra conciencia tiene que ver con aquello que reside en nuestra memoria. Revisemos si en ella encontramos recuerdos agradables o si, por el contrario, es una caverna oscura donde mora la amargura y el resentimiento. Sería una pena que una memoria así fuera reprimiendo la captación de todo el maravilloso saber existencial y salvador que Dios pone continuadamente a nuestra disposición.

Ignacio Salas.

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