Nunca podré agradecer el al Dios de la Vida y a mi Congregación Claretiana, el poder haber estado casi diez años en estos lugares, nueve de ellos en los valles cordilleranos de Iruya. Regresé sólo por motivos familiares y sigo extrañando en silencio, cada día a la Misión.
Lo primero que puede observar un cristiano procedente de países europeos, es que a nivel personal y comunitario, es una sociedad profundamente religiosa y sacral. Se lo da su rica cultura ancestral andina. Por eso la Iglesia que camina junto a estos hermanos tiene rostro indígena, autóctona y quiere encarnarse en la realidad. Una eclesiología la que se vive de comunión y participación, samaritana y cercana; donde la caridad que práctica esa Iglesia es transformadora.
Los laicos en la misión son muy importantes; animadores de la Palabra, catequistas, responsables de Cáritas, promotores de los proyectos, responsables de la pastoral juvenil, mamás cuidadoras. Llama mucho la atención el interés por formarse en lo religioso y en sus misiones encomendadas, asistiendo a gran número de cursos, charlas, etc. El peso de esta Iglesia que vi caminar en la Misión de Humahuaca, es laical más que clerical, durante muchos siglos no tenían sacerdotes que los acompañasen. Pero aman a sus sacerdotes, porque los ven junto al pueblo luchando por su dignidad.
Quisiera resaltar para terminar este breve testimonio, los proyectos educativos que me toco poner en marcha en los últimos años de mi estadía: Guardería Materno Infantil y Centro de Estudios Alternativo Parroquial. Y es que para muchos de los jóvenes y adultos pudieron acceder a la formación, de la que había sido excluidos por diferentes motivos; ellos empezaron a valorarse y ver que esta formación los liberaba para poder ser protagonistas cualificados de la historia de sus pueblos.
Concluyo afirmando que estas experiencias misioneras te acaban marcando fuertemente y es mucho lo que se recibe, a veces más de lo que podemos dar. Gracias es la palabra que nunca se acaba de decir por todo lo vivido.
Lo primero que puede observar un cristiano procedente de países europeos, es que a nivel personal y comunitario, es una sociedad profundamente religiosa y sacral. Se lo da su rica cultura ancestral andina. Por eso la Iglesia que camina junto a estos hermanos tiene rostro indígena, autóctona y quiere encarnarse en la realidad. Una eclesiología la que se vive de comunión y participación, samaritana y cercana; donde la caridad que práctica esa Iglesia es transformadora.
Los laicos en la misión son muy importantes; animadores de la Palabra, catequistas, responsables de Cáritas, promotores de los proyectos, responsables de la pastoral juvenil, mamás cuidadoras. Llama mucho la atención el interés por formarse en lo religioso y en sus misiones encomendadas, asistiendo a gran número de cursos, charlas, etc. El peso de esta Iglesia que vi caminar en la Misión de Humahuaca, es laical más que clerical, durante muchos siglos no tenían sacerdotes que los acompañasen. Pero aman a sus sacerdotes, porque los ven junto al pueblo luchando por su dignidad.
Quisiera resaltar para terminar este breve testimonio, los proyectos educativos que me toco poner en marcha en los últimos años de mi estadía: Guardería Materno Infantil y Centro de Estudios Alternativo Parroquial. Y es que para muchos de los jóvenes y adultos pudieron acceder a la formación, de la que había sido excluidos por diferentes motivos; ellos empezaron a valorarse y ver que esta formación los liberaba para poder ser protagonistas cualificados de la historia de sus pueblos.
Concluyo afirmando que estas experiencias misioneras te acaban marcando fuertemente y es mucho lo que se recibe, a veces más de lo que podemos dar. Gracias es la palabra que nunca se acaba de decir por todo lo vivido.
Mucha gracias padre por lo que dice de mis pagos y como dice el padre Vicente "A jujuy siempre se vuelve". Walter
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